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«A lo largo del día siguiente me acompañó una impresión de ligereza sobrenatural. Estaba convencido de que si me arrojara por el balcón planearía, sería un acróbata del aire, como los vencejos, a los que les divierte perseguirse al atardecer entre tenderos, chimeneas y cables eléctricos».
Juan Gracia Armendáriz, Guía de extraviados.