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«Cuando vi cómo dibujaba su nerviosa mano, se apoderó de mí una extraña sensación. Me di cuenta de que aquella línea que trazaba mi padre con el bolígrafo se quedaría en ese atlas para siempre.Pero, al mismo tiempo, me daba cuenta de que mi padre no estaría siempre ahí, que la marca en el libro perduraría, pero él no. Sentí terror, miedo de perder a mi padre».
Kirmen Uribe, Bilbao-New York-Bilbao.