Herbert James Draper. Ulysses and the Sirens, 1909.
«Primero te encontrarás con las Sirenas, las que hechizan a todos los hombres que se acercan a ellas. Quien acerca su nave sin saberlo y escucha la voz de las Sirenas ya nunca regresará al país de sus padres, ni se verá rodeado de su esposa querida, ni de sus tiernos hijos, llenos de alegría. Con su sonoro canto las Sirenas te hechizan y te abandonan para siempre en sus prados: la playa está llena de huesos humanos putrefactos, cubiertos de piel seca. Haz pasar de largo a la nave y, derritiendo cera melosa, unta los oídos de tus compañeros para que ninguno de ellos las escuche. En cambio, tú, si quieres oírlas, haz que te amarren de pies y manos, firme junto al mástil ―que sujeten a éste las amarras―, para que escuches complacido la voz de las Sirenas; y si suplicas a tus compañeros o les ordenas que te desaten, que ellos te sujeten todavía con más lazos».
Homero, Odisea, Canto XII